El negro contento (Raúl González Tuñón / Ángel Dérman)

Era un negro muy negro, flaco muy flaco,
sus pies largos terminaban en pies anchos
como la hoja de una planta del país.

No tenía nada, no tenía novia, no tenía madre ni madrina.
No tenía nada, no tenía novia. Ni goma de mascar.
No tenía nada.

Entonces, ¿Qué tenía? ¿Por qué reía, por qué cantaba?

¡Negro contento!
¡Qué negro contento!
¡Cómo tocaba con sus dedos finos, largos, veloces y negros.
Negro contento!

¿Y qué tocaba, una guitarra?. No!
¿Y qué tocaba, un tambor?. No!
¿Y qué tocaba, un banjo?. No, No, No, No!

Bailaban sus dedos vertiginosamente en un pequeño cajón de lustrabotas.
Bailaban sus dedos vertiginosamente en un pequeño cajón de lustrabotas.

¡Hay qué negro aquel!
Daba gusto oírlo, la tonada era alegre, movía los hombros,
movía la cabeza, los ojos, los pies.
No tenía nada.
Estaba contento.

Bailaban sus dedos vertiginosamente en un pequeño cajón de lustrabotas.
Bailaban sus dedos vertiginosamente en un pequeño cajón de lustrabotas...